Mi pasión por la arqueología

Desde la adolescencia lo tenía claro: de mayor quería ser arqueólogo. No sé cómo o por qué anidó ésta más que afición en mi mundo imaginario. Mi interés por la historia, que ha sido una constante en mi vida y ha ocupado parte de mi actividad profesional, empezó por mi interés y gusto por la arqueología: el conocimiento de las culturas del pasado remoto a través de sus vestigios materiales. Cuando ingresé en la Universidad mi idea inicial era estudiar historia antigua y prehistoria y ejercer la arqueología. A mitad de carrera cambiaron mis intereses y preferencias intelectuales en favor de la antropología y la sociología, pero no por ello dejó de interesarme la prehistoria (relacionada con otra de mis pasiones: la evolución humana) y la historia antigua, ciencias y saberes que seguí cultivando informalmente como lector voraz de estos temas. Hasta hoy mismo.

Una pasión que ha sido bastante más que una pasión y una pulsión permanente. Ha sido un elemento fundamental en mi mirada del fenómeno humano, en mi forma de abordar el despliegue de la humanidad y de dialogar con el pasado y el presente. Un pilar de mi formación intelectual. Una pasión compartida con mi mujer, Silvia y con mi hija Clara, que se dedicó un tiempo a la restauración arqueológica, antes de cambiar de rumbo profesional, y también con mi sobrina Ana, que estudió arqueología. Así pues, una pasión familiar. En esta sección quiero narrar mis relaciones con la arqueología desde los años de mi adolescencia y durante toda mi vida. Con el tiempo ha ido cambiando la manera como me he relacionado con la arqueología, pero la relación misma ha sido una constante.