Lecturas de estío

En el verano de 1999 comencé a registrar mis lecturas veraniegas entre los meses de junio-septiembre, ambos incluidos. Un registro de lecturas acompañadas por unos breves comentarios sobre las obras y de cómo habían llegado a mis manos. Estas notas son como apuntes de un diario personal basado en mis lecturas y las muletas de mi frágil memoria, un intento voluntarioso de retener los libros leídos y algo de sus autores y de su contenido. Y mirando la sucesión de esas lecturas descubro un sendero sorprendente que comunica con retazos de mi biografía. Esas crónicas librescas las he compartido con algunos amigos y con Silvia. Son como intercambios de momentos placenteros y de estímulos intelectuales. No tienen más pretensiones. Se ubican en ese mundo de pequeñeces que forman nuestras vidas. A lo largo del año tomo notas de casi todas mis lecturas (además de llevar un registro), pero darles forma para poder difundirlas me llevarían un tiempo que no tengo y además resultaría pretenciosa. Mejor en pequeñas dosis, justificadas por la indolencia veraniega.  Así que aquí las suelto, como botellas al mar conteniendo un mensaje, sin saber a qué playas llegarán y qué manos las recogerán, si es que alguna las recoge.